Comer en un restaurante es un acto de confianza. Una confidencia que
se establece entre el cliente y todo el personal que labora allí. El
cliente confía en la manipulación, en la preparación, en la limpieza de
la cocina, en la sapiencia y experiencia del chef y sobre todo en la
procedencia de los alimentos que consumirá.
Asume que el comprador ha seleccionado sólo los mejores productos y que su degustación será por tanto óptima. Deja a un lado resquemores y sólo así –en su pleno ejercicio de confianza– puede entregarse plenamente a la provocación sensorial que le sugiere el restaurante.
Buena parte de la cocina que se practica en el mundo opta por el conocimiento como base del disfrute –podemos pensar también en la cocina que practicamos en casa a diario–. Conocer la procedencia de los alimentos y hacérselo saber al cliente puede ser una práctica que multiplique exponencialmente cualquier experiencia degustativa.
En Café Ajiaco, por ejemplo, el placer culinario comienza desde los primeros intercambios con los camareros. Ellos explican que sus productos provienen de un huerto orgánico situado a sólo dos cuadras del restaurante. En una de sus especialidades: los Panes de la casa pueden encontrarse las diferentes hierbas aromáticas procedentes de dicho huerto. Las mismas han sido incorporadas a la masa, así por ejemplo puede uno encontrar un panecillo de orégano que resulta una bendición, además de un plato único e irrepetible en el maremágnum de restaurantes habaneros.
Mediterráneo Havana por su parte, cuenta con la singularidad de nutrirse de las fincas Vista Hermosa y La Mora, de Bacuranao, para crear todos sus platos con aires de mar. Su variedad de quesos degustados a la sombra de los flamboyanes saben mejor puesto que se reconocen como productos frescos, hechos en el lugar y con materia prima local.
Fumiyaki, el novedoso restaurante japonés, por su parte, representa la otra cara de la moneda. Sus productos básicos –arroz, miso, algas– son importados, según me comentara su camarero. Supongo que de ahí lo caro de sus platos, pero también lo delicioso de sus preparaciones llenas de sabores ignotos creo que imposibles de lograr a partir de productos del patio.
A nuestro juicio este rubro constituye uno de los mayores retos que está ante los restaurantes hoy día si se pretende buscar la excelencia. El buen servicio es imprescindible, pero la frescura del producto y el conocimiento pleno de su procedencia son primordiales para lograr en los clientes experiencias insuperables.
(Fuente: Cubapaladar )
Asume que el comprador ha seleccionado sólo los mejores productos y que su degustación será por tanto óptima. Deja a un lado resquemores y sólo así –en su pleno ejercicio de confianza– puede entregarse plenamente a la provocación sensorial que le sugiere el restaurante.
Buena parte de la cocina que se practica en el mundo opta por el conocimiento como base del disfrute –podemos pensar también en la cocina que practicamos en casa a diario–. Conocer la procedencia de los alimentos y hacérselo saber al cliente puede ser una práctica que multiplique exponencialmente cualquier experiencia degustativa.
En Café Ajiaco, por ejemplo, el placer culinario comienza desde los primeros intercambios con los camareros. Ellos explican que sus productos provienen de un huerto orgánico situado a sólo dos cuadras del restaurante. En una de sus especialidades: los Panes de la casa pueden encontrarse las diferentes hierbas aromáticas procedentes de dicho huerto. Las mismas han sido incorporadas a la masa, así por ejemplo puede uno encontrar un panecillo de orégano que resulta una bendición, además de un plato único e irrepetible en el maremágnum de restaurantes habaneros.
Mediterráneo Havana por su parte, cuenta con la singularidad de nutrirse de las fincas Vista Hermosa y La Mora, de Bacuranao, para crear todos sus platos con aires de mar. Su variedad de quesos degustados a la sombra de los flamboyanes saben mejor puesto que se reconocen como productos frescos, hechos en el lugar y con materia prima local.
Fumiyaki, el novedoso restaurante japonés, por su parte, representa la otra cara de la moneda. Sus productos básicos –arroz, miso, algas– son importados, según me comentara su camarero. Supongo que de ahí lo caro de sus platos, pero también lo delicioso de sus preparaciones llenas de sabores ignotos creo que imposibles de lograr a partir de productos del patio.
A nuestro juicio este rubro constituye uno de los mayores retos que está ante los restaurantes hoy día si se pretende buscar la excelencia. El buen servicio es imprescindible, pero la frescura del producto y el conocimiento pleno de su procedencia son primordiales para lograr en los clientes experiencias insuperables.
(Fuente: Cubapaladar )
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