Quizá debí haberme resistido y no ver primeramente le serie estrenada en 2018, sino leerme el libro que en 2002 eyectó a su autor Richard Morgan hacia las hados de la fama. Pero ya era muy tarde y cuando la novela ambientada en un distópico mundo del siglo XXV cayó en mis manos, en mi cabeza no pude evitar “enfundar” al protagonista Takeshi Kovacs en la “vaina” del actor Joel Kinnaman además de ceder otros ejercicios creativos al equipo de Netflix.
Y debo decir que mi experiencia con el libro de Morgan no fue particularmente positiva, aunque reconozco el fascinante mundo orquestado alrededor de la ficción neo Blade Runner, donde los humanos todos ya cuentan con la capacidad de digitalizarse y transferir sus conciencias de un cuerpo a otro, o ser almacenados infinitamente. En este escenario aparece el protagonista, Takeshi Kovacs, el único sobreviviente de un levantamiento contra el sistema de gobierno, quien es contratado por el pudiente Lauren Bancroft para seguirle el rastro a su cuestionado suicidio. Morgan convierte la novela en una trama detectivesca ambientada en un futuro y se atiene a un esquema de pequeños descubrimientos que hallarán en un final la tan buscada respuesta a los porqués del suicidio de Bancroft. Y mientras Kovacs está inmerso en la búsqueda de la verdad, no dejará de ser apaleado, perseguido, su conciencia encerrada y torturada dentro de un programa de computación…en fin todas las alharacas propias de un héroe con todas las heroicidades pertinentes incluidas una capacidad sexual EXTRAORDINARIA y una sensibilidad y valores fuera de serie…
En tanto la entrega de Netflix ya es otra historia, en ella se han logrado cerrar perfectamente varias tramas solo apuntadas en el libro, haciendo coincidir líneas argumentales en un mismo personaje. Por ejemplo, la maquiavélica Reileen Kawahara quien en el libro es solo la antigua empleadora de Takeshi en la serie es convertida en la hermana del protagonista, haciendo de la heroicidad libresca una televisivamente más heroica. La soledad del personaje principal no tiene cabida en la serie; sus ires y venires redundan en la unificación de un dispar grupo de colaboradores liderados por un simpático IA que regenta el hotel de Takeshi. El lugar llamado The Hendrix en el libro con toda su carga de sicodelia se convierte en The Raven en la serie y el IA que lo regenta, en una personificación de Edgar Alan Poe.
Quizá lo más interesante de la entrega televisiva sea la recreación del personaje de Kristin Ortega dentro de este mundo demasiado varonil, con llaves de testosterona que se fluyen a raudales. La detective gruñona y tozuda que en el libro Kovacs se limita a salvar y salvar, logra en la tele el desarrollo de una línea argumental propia que vivifica los más importantes conflictos humanos que Morgan plantea desde un inicio: ¿Cuán real es la muerte cuando podemos eternizarnos de manera digital? ¿Qué nuevos valores mueven a los individuos que están ante la eternidad? Ortega encarna a la oveja negra de una típica familia mexicana –típica desde el punto de vista cliché entendido como familia numerosa y alegre, de valores católicos y sencillos- y es en su historia de pérdida familiar donde sobreviene el punto más trágico y reflexivo de la entrega cundo se ve imposibilitada de digitalizar y traer de la muerte mediante la digitalización a su familia, especialmente a su madre, una católica acendrada.
En fin, que recomiendo muchísimo la lectura de Richard Morgan…pero con el báculo de Netflix para llenar los agujeros existenciales dejados por la obra escrita.
Y debo decir que mi experiencia con el libro de Morgan no fue particularmente positiva, aunque reconozco el fascinante mundo orquestado alrededor de la ficción neo Blade Runner, donde los humanos todos ya cuentan con la capacidad de digitalizarse y transferir sus conciencias de un cuerpo a otro, o ser almacenados infinitamente. En este escenario aparece el protagonista, Takeshi Kovacs, el único sobreviviente de un levantamiento contra el sistema de gobierno, quien es contratado por el pudiente Lauren Bancroft para seguirle el rastro a su cuestionado suicidio. Morgan convierte la novela en una trama detectivesca ambientada en un futuro y se atiene a un esquema de pequeños descubrimientos que hallarán en un final la tan buscada respuesta a los porqués del suicidio de Bancroft. Y mientras Kovacs está inmerso en la búsqueda de la verdad, no dejará de ser apaleado, perseguido, su conciencia encerrada y torturada dentro de un programa de computación…en fin todas las alharacas propias de un héroe con todas las heroicidades pertinentes incluidas una capacidad sexual EXTRAORDINARIA y una sensibilidad y valores fuera de serie…
En tanto la entrega de Netflix ya es otra historia, en ella se han logrado cerrar perfectamente varias tramas solo apuntadas en el libro, haciendo coincidir líneas argumentales en un mismo personaje. Por ejemplo, la maquiavélica Reileen Kawahara quien en el libro es solo la antigua empleadora de Takeshi en la serie es convertida en la hermana del protagonista, haciendo de la heroicidad libresca una televisivamente más heroica. La soledad del personaje principal no tiene cabida en la serie; sus ires y venires redundan en la unificación de un dispar grupo de colaboradores liderados por un simpático IA que regenta el hotel de Takeshi. El lugar llamado The Hendrix en el libro con toda su carga de sicodelia se convierte en The Raven en la serie y el IA que lo regenta, en una personificación de Edgar Alan Poe.
Quizá lo más interesante de la entrega televisiva sea la recreación del personaje de Kristin Ortega dentro de este mundo demasiado varonil, con llaves de testosterona que se fluyen a raudales. La detective gruñona y tozuda que en el libro Kovacs se limita a salvar y salvar, logra en la tele el desarrollo de una línea argumental propia que vivifica los más importantes conflictos humanos que Morgan plantea desde un inicio: ¿Cuán real es la muerte cuando podemos eternizarnos de manera digital? ¿Qué nuevos valores mueven a los individuos que están ante la eternidad? Ortega encarna a la oveja negra de una típica familia mexicana –típica desde el punto de vista cliché entendido como familia numerosa y alegre, de valores católicos y sencillos- y es en su historia de pérdida familiar donde sobreviene el punto más trágico y reflexivo de la entrega cundo se ve imposibilitada de digitalizar y traer de la muerte mediante la digitalización a su familia, especialmente a su madre, una católica acendrada.
En fin, que recomiendo muchísimo la lectura de Richard Morgan…pero con el báculo de Netflix para llenar los agujeros existenciales dejados por la obra escrita.
Yo tuve la suerte de ver la serie mucho después de leer el libro (lo conseguí en cuanto me enteré de que lo adaptarían a la TV). Así ya no recordaba nada y la serie fue algo casi nuevo para mí y me evité el trauma de los cambios. Tengo entendido que hay más libros de Richard Morgan, continuaciones de Carbono Alterado.
ResponderEliminar