©Indira R. Ruiz La bienvenida es un reggaetón a toda marcha y una asustadiza camarera que nos pregunta si vamos a comer. Pues, claro, pienso yo y nos sentamos a una mesa junto a la ventana de esta casa, cuya amplia sala se convirtió en el área para clientes. Es allí donde creemos que hará menos mella en nosotros la seudo música, el alboroto sonoro que nos predispone contra una placentera experiencia gastronómica.