![]() |
©Indira R. Ruiz |
La bienvenida es un reggaetón a toda marcha y
una asustadiza camarera que nos pregunta si vamos a comer. Pues, claro, pienso yo
y nos sentamos a una mesa junto a la ventana de esta casa, cuya amplia sala se
convirtió en el área para clientes. Es allí donde creemos que hará menos mella
en nosotros la seudo música, el alboroto sonoro que nos predispone contra una
placentera experiencia gastronómica.
Hemos
encontrado La Venezolana en nuestra constante búsqueda de la liseta
manzanillera, pescado insigne de esta ciudad, sobre el que se dice que quien
come su cabeza no se va nunca, o regresa pronto a esta región, según la versión
que se escucha. Tras varios días de intentarlo, al fin hemos tenido la suerte
de que La Venezolana honre
su menú para ofrecer lo que realmente se oferta en la carta. Antes habíamos
llegado varios días seguidos hasta aquí para encontrarnos con la respuesta
rotunda de que “no tenían liseta”.
Esta
parece ser nuestra noche de suerte, pero será solo eso: una apariencia. Tras
ordenar la Liseta
frita 40
CUP como entrante acompañado de un Vino
Importado 150
CUP comenzaron nuestras decepciones. La camarera no trajo un “entrante” como
figuraba el pescado en la carta. La Liseta
frita llegó escoltada por ensalada y congrí.
—Esto
no es un entrante. ¡Es una comida!
—Ay,
es que yo no sé cómo es que se sirven las cosas aquí—fue la respuesta de la
asustadiza chica mirando de hito en hito para la cocina.
—Bueno,
mira aquí la liseta, está en la parte de entrantes, así que por favor llévese
el arroz y la ensalada porque le pedimos un entrante, no una comida.
Dicho
y hecho, sin embargo la chica regresó un tanto más tarde para informar que el Vino importado que
en la carta costaba 150 CUP, en realidad era de 200 CUP. Aquello agotó nuestra
paciencia; era una evidente estafa, sumada a la de pagar 40 CUP por solo dos Lisetas de 15
centímetros cada una: valga decir que retirada la guarnición no llegó ningún
plato extra con lisetas para corregir el error cometido por ellos. Aunque
debemos decir que el pescado estaba bien frito con una textura crujiente y
deliciosa que había logrado conservar el sabor marino de la masa. Cuando
pedimos hablar con el dueño o el capitán de salón la camarera nos dijo
sencillamente que no estaban.
El
resto de la noche no fue mejor. Los Camarones
Rebosados 100 CUP estaban sobrecocinados y así se había
destruido su textura natural convirtiéndolos en una pasta olvidable nadando en
una salsa sin mucho que aportar. Peor fue todo cuando encontramos un pelo largo dentro.
Quedamos sin palabras.
Las
camareras estaban más pendientes de repetir rondas de cerveza a los bebedores
que de atendernos. No pusieron servilletas, colocaron los cubiertos de
cualquier manera sobre la mesas, no se acercaban a la mesa para dar seguimiento
a su servicio. Una vez que todo comenzó a ir mal, poco hicieron por mejorar
nuestra experiencia en este establecimiento. No creo que exageremos si decimos
que es una de nuestras peores experiencias gastronómicas ni siquiera salvada
por ser el único lugar en Manzanillo donde
pudimos comer lisetas. Un desperdicio de locación puesto en función de un
servicio cuestionable y una comida para nada placentera. Sobra decir que no lo
recomendamos en lo absoluto.
* Publicado en cubapaladar.org
Comentarios
Publicar un comentario