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El elenco de Farándula nos mira desde allí con actitud provocadora, que causa ante todo una incontrolable curiosidad. Razón suficiente para que la sala Llauradó casi no baste para la cantidad de espectadores que llegaron ¡seis! noches a la semana para ver este último estreno de Jazz Vilá Project.
Entrar al teatro fue sinónimo de
atravesar casi triunfante la cola de quienes esperaban en la cola “los
fallos”, reencontrar a amigos del teatro y a otros de la farándula, ver
aquí y allá un rostro conocido en la televisión… Aquella noche en que
asistí, me tocó en suerte ver la interpretación de Camila Arteche y
Yordanka Ariosa en los papeles de Sara y Elena respectivamente. La
primera enfermera y la otra doctora del mismo policlínico. En tanto los
personajes masculinos de Lorenzo y su novio el Yoyo fueron asumidos por
Carlos Busto y Omar Rolando.
Lorenzo —fotógrafo—vive con su pareja en
su apartamento-estudio. La llegada-invasión de la familia del Yoyo es
el desencadenante de las peripecias de la obra pues éste pide a Lorenzo
que no diga que son pareja pues nadie de su familia sabe aún que es
homosexual. Elena, la doctora es una amiga de Lorenzo quien actualmente
le ayuda a preparar una exposición. Sara llega a casa de Elena y tras
una conversación trivial en apariencia y llena de equívocos, la besa,
pero Elena la rechaza y ésta se marcha. Por su parte el Yoyo, que
también mantiene una relación con Sara, intenta convencerla para que su
familia se quede en su casa ya que “él la ama”. Farándula
es, por otra parte, el espacio elegido para que tenga lugar la
exposición de Lorenzo y el lugar donde la escena obligatoria de
desenlace tendrá lugar, en ella los cuatro personajes estarán juntos por
primera vez, provocando que sus secretos salgan a la luz.
Esta creación con dramaturgia de Jazz
Vilá tiene un diálogo chispeante, muy ameno que asume y pone en escena
los giros del lenguaje urbano, definiendo una suerte de costumbrismo
moderno: trae a la escena temáticas socialmente latentes como las
diatribas de un gay —o lesbiana— que no “ha salido del closet”; la seudo
prostitución de un joven sin casa llegado a la capital; el robo de
medicamentos para la venta ilegal, entre otros. Sin embargo, interesa al
autor y director sobre todo entretener, por lo que al vislumbrarse los
ribetes dramáticos en su obra, rápidamente fija su rumbo hacia la
comedia. Es el caso del personaje de Sara, asumido de manera convincente
por Camila Arteche en las dos primeras escenas — cuando besa a Elena y
cuando sale de su casa despechada y conversa con Lorenzo en la parada de
la guagua— pero, rápidamente la pena que la embarga por ser rechazada
se torna en las siguientes escenas en la diversión que provoca un cliché
de un personaje alocado y sensual. Su vestuario va del de una mujer
moderna al de una folclórica hija de la Virgen de la Caridad del Cobre,
con un gran girasol en el cabeza incluido. Asimismo el personaje del
Yoyo resuelve -en apariencia- su problema con la promesa de Sara de
albergar a su familia, se torna entonces en un guajirito pasado de moda.
Quedan estos dos personajes como divididos en un antes y un después, y
sus obsesiones y preocupaciones disueltas en la risa que provocan ya
desde su vestuario o desde el cliché de sus actuaciones.
Yordanka
Ariosa tiene en la obra un cielo donde brillar rotundamente. La actriz
con actitudes para la comedia —aún sin proponérselo— siquiera sin reír,
provoca la risa con su personaje construido a partir de poses que se van
quebrando: la respetada doctora cuyo punto débil son las mujeres, la
elegante mujer que “chancletea” si es necesario, la militante implicada
en un caso de investigación policial. En todos los casos ha de cuidar
el director la proyección vocal de sus actores, sobre todo en las
escenas más íntimas, en que los secretos y confesiones se vuelven
literalmente murmullos en escena.
Una vez más podemos sentir que se trata
de una obra de Jazz Vilá: el personaje principal es una artista
homosexual que vive alejado del mundo en su apartamento perseguido por
sus diatribas personales como mismo sucedía en Rascacielos;
los paneles que conforman la escenografía recuerdan también aquella
obra por su uso para ocultar y presentar los diferentes espacios. Sin
embargo, si Rascacielos tenía un final un tanto
dramático: la pareja de hombres que camina hacia la luz tomada de la
mano mientras los paneles se cierran sobre ellos, en Farándula
se ha dejado atrás el drama, no hay amor, si no interés, no hay
lágrimas ni conmoción, sino risa fácil basada en los equívocos y las
alusiones procaces. Sobre todo prima en esta entrega una forma muy
efectiva de llegar al público –sobre todo joven- y de lograr en estos
tiempos del “desarrollo” humano la asistencia masiva al teatro que por
supuesto no deja de llamarnos la atención.
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